Para los 220 millones de pobres que habitan
la región de América Latina y
el Caribe, el microcrédito se ha convertido
en la gran esperanza para superar y salir de
la miseria en que están insertos. A través
de pequeños préstamos de dineros
y otros servicios, como capacitación
y enseñanza de cómo utilizar mejor
sus recursos, las personas pobres pueden optar
a un trabajo que no sólo les otorgue
dinero para subsistir y satisfacer sus necesidades
básicas, sino que les dignifique como
personas.
Debido
a su condición de pobreza y a una correspondiente
falta de confianza en su habilidad de pagar
deudas, la mayoría de las personas
de más bajos recursos no son consideradas
por la banca tradicional para recibir créditos.
Por eso, para el segmento pobre de la población,
las instituciones microfinancieras se perfilan
en el horizonte como un oasis entre la sequía
financiera de la región. El microcrédito
se muestra como un instrumento fundamental
para el rescate económico y social
de los excluidos de las redes de poder. En
América Latina y El Caribe se han creado
más de 400 instituciones financieras
que otorgan créditos a las personas
marginadas por los bancos convencionales.
El
éxito del microcrédito
Los
programas de microcrédito han funcionado
exitosamente por muchos años en culturas
diferentes. La sistematización de estos
esquemas revelan varias razones importantes
de por qué el microcrédito es
una fuerza tan potente para mitigar la pobreza.
Entre
éstas se encuentran:
1 |
Las personas
pobres constituyen un buen riesgo de crédito,
especialmente en el contexto de responsabilidad
mutua. |
2 |
Los programas de microcrédito
pueden ser producidos y adaptados atravesando
los límites de cultura y geografía. |
3 |
Los programas de microcrédito
pueden servir a poblaciones grandes. |
4 |
Estimulan el ahorro entre
la gente pobre, permitiéndole construir
una base de activo crucial para su seguridad
económica |
5 |
y lo más importante: El
microcrédito ha demostrado su capacidad
de ayudar a sus beneficiados a escapar de
la pobreza. |
Microempresarios
en América Latina y El Caribe
El
microcrédito ha calado hondo en los países
de la región. Dentro de ésta se
han constituido 50 millones de microempresas
que auguran generar empleo, reducir los niveles
de pobreza, mejorar la distribución del
ingreso y dar oportunidades de progreso para
personas de escasos recursos, en particular
a mujeres y jóvenes. Esto significa que
unos 110 millones de habitantes de la región
viven de sus propios negocios.
En
Perú y Bolivia, por ejemplo, los microempresarios
juegan un papel importante dentro de sus respectivas
economías. En Bolivia, las microempresas,
a diferencia de las medianas y grandes, se mantienen
dinámicas, produciendo y comercializando
los bienes que la mayoría de la población
consume. Asimismo, el número de clientes
que accede a financiamiento de las entidades
afiliadas a Asociación de Entidades Financieras
Especializadas en Micro Finanzas (ASOFIN) de
ese país antiplánico, es de 235.000,
lo cual se refleja en que hay un gran número
de personas que está creando sus propios
negocios.
En
otros países de América Latina
los microempresarios también han calado
hondo. En Chile, por ejemplo, el 82%
de las empresas formales del país corresponden
al sector de la microempresa, generando una
gran cantidad de empleo.
En
América Central existen más de
2.500.000 personas que trabajan como autoempleados
o en alguna de las 228,892 microempresas existentes
en la región. De éstas, la mayoría
pertenecen a los sectores rurales, como la agricultura,
la ganadería y la artesanía.
A
raíz de la expansión del microcrédito
y de la creciente necesidad de la región
de generar nuevas microempresas, en América
Latina se han creado una serie de bancos, organizaciones
no gubernamentales (ONGs) e instituciones microfinancieras
(IMFs) cuyo principal objetivo radica en mejorar
el acceso a los servicios financieros a amplias
franjas de la población de más
bajos recursos. |